"Dormimos un rato, porque hay que seguir camino. En un
par de horas más llegamos a Calais, donde debemos embarcar en un transbordador,
rumbo a la pérfida Albión. Como vamos con el coche tuneado y todos vestidos de
rojiblanco, no dejamos de hacer el cabra. En el muelle de carga del ferry, nos
encontramos con una autocaravana del Athletic, tripulada por seis valientes con
los que compartimos destino. Nos dicen que vienen desde Portugalete. Unos cracks.
Sin incidentes, más allá de que
un vigilante nos llama la atención por andar dando voces, llegamos a Dover.
Ander es el primer encargado en circular por la izquierda. Pese a la intensa
lluvia que nos recibe, resuelve la papeleta con maestría, y no tenemos ningún
problema en avanzar kilómetros, ahora millas. Sin embargo, en la M20,
circunvalando Londres, empiezan las congestiones. Además, los conductores
ingleses, por mucha fama de correctos que tengan, son bastante malos. Ocupan el
carril de aceleración como si fueran de paseo, y más de una vez nos vemos obligados
a adelantarles por la izquierda. Nos hacen un gesto, juntando pulgar e índice
mientras sacuden la muñeca, que a ellos les parecerá el súmmum de la
obscenidad, pero a nosotros nos provoca más de una carcajada. No obstante, esta
parte del trayecto se nos hace eterna, hasta que por fin pasamos Leicester y
enfilamos Manchester. ¡Ya queda poquito!"
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